miércoles, 11 de noviembre de 2009

SIETE HADAS

Yo pensaba que una cosa así sólo podía sucederte una vez en la vida (o, lo más normal, ninguna), pero hasta ahora me equivocaba.

Cuando nací, siete hadas asistieron a mi nacimiento y cada una de ellas me concedió un don: la belleza, el sentido del humor, una vida muy larga, un futuro con mi príncipe azul, la sabiduría, la riqueza y otra el ser buena persona.

Hasta ayer mismo era una niña con todos los dones del mundo, pero entonces…

Un pequeño ser con unas alitas enanas y pies del tamaño de mi uña meñique me dijo con voz de pito:
— ¡Tienes que renunciar a seis de tus dones y quedarte sólo con uno! ¡Ah! Y sólo tienes un día para decidirte.

Veinticuatro horas estuve pensando hasta llegar a la siguiente conclusión:

El mejor don es el último de todos porque siendo buena persona tienes una sonrisa con la que eres la más bella del reino, siendo buena persona diviertes y animas a los demás, siendo buena persona vives la vida día a día, siendo buena persona enamoras a cualquiera que quieras, siendo buena persona eres sabia porque has decidido ser buena persona, y siendo buena persona eres rica en amigos y seres queridos.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Historia de una estrella

Os enseño el regalo que le hice a mi padre hace unos pocos días con motivo de su cumpleaños. Espero que os guste.


Hace trece años, en el inmenso Universo...
Yo era una estrella pequeña, menuda, casi no tenía luz, me faltaba la sonrisa, me quedaban por crecer dos picos y, sobre todo, no era feliz. Estaba sola en el cielo estrellado.Pero un día llegó el momento más importante de cualquier estrella; me llamó el jefazo. ¡Madre estrella! ¿por qué? Tenía miedo, mucho miedo. No quería ir a parar a ese mundo nuevo que todavía estaba en construcción. Además, los habitantes de esa pequeña mota de polvo eran unos maleducados, todas las noches empezaban a señalarnos. Pero ¿qué se habían creído? Somos estrellas y ellos humanos ¿qué más da?
Bueno, a lo que iba: no quería irme, me faltaban de salir dos picos y no quería abandonar mi cuerpo y transformarme en un repugnante humano.
Pero no había nada qué hacer, ya me habían asignado un hogar, me marcharía mañana mismo y el viaje sería largo, muy, muy largo.
Así pues, hice mis maletas; como no tenía amigos, no me despedí de nadie, y subí al autobús con forma de bombo. A medida que pasaba el tiempo notaba como mi bonito cuerpo de estrella iba transformándose. No había nacido y ya deseaba morir para volver a ser estrella.
Así transcurrieron los nueve meses en el autobús en forma de bombo. Pero cuando por fin llegué ocurrió algo asombroso. A mi me habían dicho que en la tierra no había estrellas, pero allí estaba, era una estrella preciosa, brillante, sonriente, que se hacía llamar “papá”.


De Beatriz, para que nunca dejes de brillar.